En una habitación desconocida de damon galgut

Me encanta viajar. De todos mis vicios ese ha sido donde he puesto, sin lugar a dudas, más dinero. Recuerdo con emoción mi primer viaje al extranjero (a Londres, para ser más exactos) con 8 años con mi madre (por cierto, ¡felicidades!). Desde entonces soy un adicto a los aviones. Creo que mi pasión por los libros está también vinculada a esta actividad pues empezar una lectura es embarcarse en un viaje a otro lugar. Me encantan, por lo tanto, los libros que tratan o giran en torno a los viajes. Hoy vamos a hablar de una novela escrita por el escritor sudafricano Damon Galgut que precisamente tiene como epicentro tanto al viaje como al impacto que genera en las personas. El título de la novela es In a strange room (En una habitación desconocida).

Damon Galgut nace en Pretoria, Sudáfrica, en 1963. Su pasión por las historias data desde su infancia. Con seis años fue diagnosticado con cáncer, situación que le haría pasar horas y horas en el hospital. Allí sus familiares, para hacerle la espera más llevadera, le contaban historias. Galgut se refiere a su enfermedad como el episodio de su vida ” central, cataclísmico”. Su debut en la novela se produce con tan solo 17 años pero su fama internacional llegaría con El buen doctor, en 2003, en una novela que narra la relación de dos personajes muy diferentes entre ellos en un hospital rural en la Sudáfrica del postaparheid. Este libro le puso dentro de los posibles candidatos del Booker de ese año (también In a strange room le valió la misma nominación). En español también está traducida su novela El impostor donde un hombre se busca a si mismo dentro de la jungla en la que vivimos. Galgut también ha escrito obras de teatro.

Hay un momento exacto en el que todo viaje de verdad empieza. A veces este momento sucede tan pronto como dejas tu casa, a veces es bastante lejos de tu hogar

In a strange room es una novela fascinante. Galgut divide el libro en tres partes, tres viajes, que responden a tres diferentes etapas personales del personaje principal. Los títulos de cada capítulo nos revelan estas etapas: El seguidor, El amante y El guardián. Los viajes nos llevarán a rincones remotos de África, Europa y Asia. En estos viajes Galgut irá poniendo diferentes personajes que nos permitirán conocer los pensamientos y reflexiones del protagonista. Protagonista que es a la vez el narrador de la historia, pero lo hace dando saltos continuamente. Es decir, a veces narra los acontecimientos en primera persona, a veces los hace como si fuera una tercera persona e, incluso, a veces se dirige a sí mismo como si ese largo monólogo fuera una forma de conjuro para librarse de sus fantasmas.

El libro arranca con un encuentro fortuito entre el protagonista y un chico alemán a las afueras de Micenas. Esta amistad imprevista les llevará a decidir realizar juntos, meses después, un viaje por Lesoto. Es el viaje que sucede más alejado en el tiempo, apenas un par de años después de la liberación de Nelson Mandela, por lo que las pequeñas incidencias que van surgiendo en el viaje nos recuerdan a otros tiempos donde internet o los teléfonos móviles no estaban para solventarnos la papeleta. Y cuando hay dificultades es también cuando surgen los conflictos.

El segundo viaje sucede poco después del primero. Aunque el grueso (y más importante) tramo del viaje sucede en África también iremos de paseo por Europa. En él descubrimos un atisbo de relación con un joven suizo, Jerome, al que circunstancias personales le separan. No sólo la barrera lingüística. Galgut sabe que su personaje no es el mismo tras el primer viaje narrado, ya no es el seguidor falto de personalidad. En este aspecto, Jerome se ajusta más a ese papel.

El tercer viaje sucede años después. Nuestro personaje está ahora más centrado, ha entrado en un rutina más convencional. De forma esporádica viaja a la India. Y es allí donde justamente se va con una amiga que sufre una profunda crisis piscológica. Debe tomar una medicación muy específica para evitar brotes piscóticos. Él piensa que un viaje le hará bien a su amiga, de la misma forma que a él le ha servido como medida psicológica. De esta forma Galgut completa la evolución de su personaje que ha pasado de aprendiz a cuidador, pasando por una etapa de mentor.

Son muchas las reflexiones que Galgut nos va dejando acerca del mundo en general y del viaje en particular a lo largo del libro. La historia está, sin lugar a dudas, muy vinculada a la vida real del escritor. Galgut es una viajero compulsivo, es homosexual como su protagonista y también comparte con él su admiración por Goa. No sabemos hasta qué punto estos pasajes son realmente biográficos pero este dato suele ser, por norma general, bastante irrelevante. Lo importante es la verosimilitud de la historia y en este caso Galgut sabe contarnos una historia sin que pensemos que haya gato encerrado. Los viajes no son sólo físicos, son también espirituales. Al embarcarse en cada nueva aventura nuestro personaje evoluciona. Pero también, con cada viaje, intentan encontrar su lugar en el mundo. Algo que es imposible de conseguir si nos falta la fuerza más importante: el amor. O en palabras de Galgut: “Sin amor nada tiene valor, nada se puede decir que sea muy importante”.

Galgut ha sido comparado con Coetzee y la comparación me parece acertada. La prosa de Galgut es cuidada, preciosista y tremendamente poética. Esta búsqueda por encontrar nuesto lugar en el mundo es algo que todos los seres humanos experiementan en un momento u otro. Un viaje puede ayudarnos a entendernos mejor y a aclarar nuestras ideas. Otros nos ayudan a descubrir nuestros verdaderos sentimientos por las personas que nos rodean. Pero todos son, como dice Galgut, gestos escritos en el aire, se desvanecen tan pronto como son hechos. Y lo mismo pasa la vida. Nuestra existencia es un continuo viaje sin ninguna meta determinada. O como dijo un español inteligente (que alguno hubo):

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

La vida es un viaje, y el mundo un hotel gigante cuyas habitaciones siempre nos son desconocidas.

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