David Copperfield de Charles Dickens

Todos los años se realizan homenajes literarios en torno a determinados escritores para conmemorar su nacimiento, fallecimiento o publicación de alguna de sus obras maestras. Este año viene cargado aunque en España la crisis habrá puesto muchas iniciativas en la papelera pues, desgraciadamente, en la cultura es por donde se empieza siempre a recortar. Pero si hay alguna conmemoración que destaca este año es la que recuerda que hace 200 años nació el famoso novelista inglés Charles Dickens. No podíamos dejar esta fecha pasar sin comentar uno de sus libros más famosos David Copperfield.

Dickens es uno de los escritores más famosos de la literatura inglesa. Nació en una familia de clase media que acabó en la cárcel debido a los despilfarros de su padre. Dickens no tuvo acceso a una educación profunda y dedicada. Además tuvo que ponerse a trabajar con tan solo 12 años para ayudar a su familia a salir adelante en una fábrica de betún para el calzado. Sus trabajos posteriores (en un bufete, de taquígrafo y finalmente de periodista político) le fueron acercando al mundo de la escritura donde debutaría en los años 30. Dickens publicó muchas de sus obras por entregas, cosa común en la época de los folletines donde la gente no podía permitirse comprar libros. Son muchas las obras maestras que la pluma de Dickens ha dejado al mundo. Aparte de David Copperfield son mundialmente conocidas Oliver Twist, Cuento de Navidad, Tiempos difíciles o Historia de dos ciudades. En todas ellas su prosa florida e ironía aguda campan a sus anchas, aunque sus críticos más feroces siempre destacaron su excesiva sensiblería y personajes o situaciones ridículas. Muere el 9 de junio de 1970.

Conozco el mundo lo bastante para haber perdido casi la facultad de sorprenderme demasiado

Narrada en primera persona, David Copperfield nos cuenta su vida desde que nace hasta bien entrado en la vida adulta. Como hace en otras obras Dickens introduce escenas o situaciones que sufrió o experimentó en la realidad. Pero en esta obra Dickens lo hace tantas veces y de forma tan sistemática que los críticos siempre han considerado esta novela como la más autobiográfica del escritor. Algunos sucesos ya los hemos mencionado en la biografía del autor. Otros nos los callamos para no destripar la historia a sus potenciales lectores.

El lenguaje, como siempre, es cuidado e irónico. Una de las características principales de Dickens es su crítica social a la rancia burguesía acomodada. El carácter inocente de Copperfield y sus comentarios ingenuos resultan verdaderamente cómicos y sirven, en muchos casos, para poner de manifiesto la hipocresía imperante en el Londres de su época. Dickens era un gran admirador de la novela picaresca y este género sale reflejado a lo largo del todo el libro. De hecho en un momento se citan los personajes literarios que acompañan a Copperfield en su niñez y que son los propios referentes de Dickens. Gil Blas, Robinson Crusoe y sobre todo Don Quijote y el Vicario de Wakefield (personaje creado por Oliver Goldsmith en el siglo XVIII y, posiblemente, el más cervantino en lengua inglesa) son las fuentes literarias de las que se sirve Dickens para dar vida a su David Copperfield.

Volvamos al elemento de la crítica social pues se trata de un elemento ciertamente controvertido en la obra de Dickens. Es cierto que el escritor inglés pone de manifiesto situaciones lamentables y despreciables, como las condiciones laborables de los niños durante la peor etapa de la Revolución Industrial. Sin embargo, muchas veces se le achaca a Dickens su aceptación del sistema, su falta de crítica a las reglas del juego, quedándose sólo en el barniz y no entrando a fondo en las causas. Crítica que le une a otros grandes escritores ingleses de la época y posteriores, como Chesterton. Nadie duda de su gran calidad literaria en el sentido formal del término. Son además autores muy divertidos y uno verdaderamente pasa un rato agradable con su lectura, incluso en los momentos más penosos de la historia. Sin embargo hay una cierta falta de reflexión, la misma falta de reflexión que suele adolecer a los que se fuman un puro con los pies apollados en una mesa.

El problema no es ideológico (los progresistas hacen crítica mientras que los conservadores se conforman con la caricatura) sino más bien psicológico. Para desarrollar esta idea tomaré de ejemplo a otro gran escritor coetáneo: Dostoyevski. Como vimos en un post anterior, el Dostoyevski de las grandes obras (Crimen y castigo, Los demonios, Los hermanos Karamazov…) no es precisamente progresista. Sin embargo Dostoyevski mira a la sociedad con la decisión firme de exponer los cánceres de los que adolece y ver cómo se pueden extirpar. Para ello no se limita a dividir el mundo entre buenos y malos sino que se adentra en la mente de las personas, en sus rincones más oscuros, para intentar comprender sus motivos y traerles a una posible redención. Es un escritor espiritual.

En el caso de Dickens este proceso no se da. Parece que sus personajes son bueno o malos por naturaleza, como si un dios hubiera dividido la humanidad de forma caprichosa en dos grupos. De hecho las descripciones de Dickens suelen ser de brocha gorda. Le da mucha importancia al aspecto físico (trabajaba estrechamente con los ilustradores de sus obras para que representaran fielmente lo que estaba en su cabeza) pero falta entender cuál es el motivo que mueve a sus villanos. Parece que el único mal que adolece al mundo es el dinero, y este materialismo se queda en muchas ocasiones corto a la hora de explicar la realidad.

Son varias las causas que pueden explicar esta falta de reflexión. La revolución industrial y la sociedad victoriana, cada una a su manera, podrían haber impreso en la cultura de la época un sello distintivo en todos sus escritores. Quizá los personajes femeninos sean más logrados debido a las duras normas que les apresaban, lo que podía generar un conflicto más interesante desde el punto de vista literario, pero en ese área las escritoras reinan sobre los hombres. Difícil rivalizar con las Brönte, Jane Austen o George Eliot.

Pese a estas faltas la novela de Dickens es muy recomendable. Simboliza una época concreta de la Historia de la Humanidad y en su género es, sin lugar a dudas, la cima. Lo que más me gusta del libro son tres capítulos donde de repente la narración deja su estilo detallado y pasa a vuela pluma por el tiempo. Son los capítulos más originales y los más poéticos. Parece un pintor impresionista dejando pinceladas para que el lector las recomponga a su gusto. No puedo decir que el resto es morralla, pero basta con leer tres ó cuatro capítulos para ver cómo va a ir el resto del libro. Y siempre nos quedará la Wikipedia para descubrir el desenlace en caso de que os quedéis atascados en alguna parte…

Una última recomendación. Aquí podéis ver la página oficial del aniversario en Inglaterra que homenajea a uno de sus más grandes escritores. Incluye todo tipo de actividades, una agenda cultural total que os servirá de guía para profundizar en la vida del escritor. Happy birthday, Mr Dickens.

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