Dublinés de Alfonso Zapico

Hoy hablamos de un libro muy especial. Papa Noel me trajo estas Navidades un volumen que había despertado mi curiosidad tanto por el formato como por su temática. Hablamos ni más ni menos que de Dublinés, una novela gráfica creada por Alfonso Zapico, maravillosamente editada por Astiberri y galardonada con el Premio Nacional del Cómic 2012. Si además añadimos que es una maravillosa biografía del escritor James Joyce sobran los motivos para que nos asomemos a tan interesante volumen.

Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981) es un referente internacional en el cada vez más interesante mundo de la novela gráfica española. Compaginó en sus comienzos su labor de ilustrador de obras infantiles con la de creador de sus propias obras. En 2007 publica en Francia el cómic La guerre du professeur Bertenev, consiguiendo el premio BD Romanesque en el FestiBD Ville de Moulins. Con su siguiente obra, Café Budapest, que tiene el conflico Palestino de contexto, recibe el galardón Haxtur al mejor guión y en 2010 es elegido autor revelación en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona. Presenta su proyecto Dublinés a la Maison des Auteurs, centro de acogida internacional para creadores gráficos, y consigue una beca de esta institución para desarrollar su trabajo en la ciudad de Angulema. Esta breve e intensa carrera tiene en Dublinés un hito muy especial, que le consagra como un autor destacado de su generación y augura nuevas grandes obras.

Como ya hemos indicado en la introducción del post la novela gráfica Dublinés es una biografía del genio irlandés James Joyce (1882-1941). La obra va siguiendo los pasos del escritor irlandés desde su nacimiento hasta su muerte en la ciudad de Zürich. Primogénito de una familia modesta y numerosa Joyce pronto destacará por su intelecto, convirtiéndose así en el favorito de su padre. De ahí hasta su muerte Joyce conseguirá desarrollar un sentimiento de admiración pese a su conducta disoluta, arrogante e insensible. De esta forma consigue subsistir, incluso cuando se encuentra en la miseria económica, consiguiendo enredar a todo aquel que se encuentra a su alrededor.

La obra de Joyce es, en general, incomprensible. Pero lo es aún más si desconocemos su vida. Dublinés es, por tanto, una magnífica puerta de entrada al universo joyceano. Zapico destaca aquellos episodios que son claves para entender algunos capítulos de las obras de Joyce. Desde el punto de vista literario, los acontecimientos más importantes para la obra de Joyce son los que suceden en Dublín. Joyce, que abandona su ciudad natal en 1904 y que sólo volverá allí en un par de ocasiones, centra toda su producción literaria en la capital irlandesa. A través de la particularidad de su ciudad natal Joyce pretende llegar a la universalidad.

Pero la vida de Joyce tras mudarse al continente también es importante. No tanto para el proceso de la escritura (aunque como es lógico hay elementos y personas que incorpora a sus obras) sino sobre todo para explicar las complicaciones que sufrió Joyce para publicar sus libros, en especial el Ulises. Zapico no escatima en detalles de las idas y venidas de los manuscritos y la pasión con la cual Joyce defendía sus trabajos. Joyce se topó con la más terrible censura aunque también es cierto que contó con grandes aliados literarios.

Y en este sentido Dublinés es también un gran mural de la vida literaria de la primera mitad del siglo XX. Si bien es cierto que Joyce impactó positivamente en grandes mentes de su época (W. B. Yeats, Ezra Pound, Hemingway, o Samuel Beckett, que llegó a ser su secretario en París) no es menos cierto que otros grandes literatos tomaron partido contrario, como por ejemplo su compatriota Bernard Shaw o Virginia Woolf. Pequeñas miserias aparte la obra tuvo que lidiar con la censura y las leyes de la época, que cargaban contras aquellas editoriales que se arriesgaban a emprender la labor de editar contenido fuera de los códigos morales de la época.

Esta obra llevó a Zapico una gran labor investigadora que le llevó a aquellas ciudades en las que Joyce vivió a lo largo de su vida. De su peregrinaje surge también la obra La ruta Joyce, una especie de making off de Dublinés y que es un complemento excelente a la novela gráfica.

En resumen, una gran obra tanto desde el punto de vista del entretenimiento como para aquellos que quieran conocer más de cerca la compleja figura de James Joyce, del que próximamente hablaremos pero no ya como personaje sino como autor. De entre todas las peripecias vitales que le sucedieron a Joyce siempre hay una que me hizo particular gracia (sale recogida en Dublinés, aunque de forma diferente a como yo la conocía). En París Joyce alcanzó la fama mundial y empezó a tener sus propios discípulos. Entre los requerimientos de sus acólitos estaba siempre el ruego de que se entrevistara con el otro gran escritor que habitaba en la capital francesa: Marcel Proust. Joyce respondía siempre con evasivas y se salía por la tangente a la mínima ocasión. Bien por cansancio o quien sabe si por curiosidad un buen día Joyce decide acceder a la petición de reunirse con Proust, que posiblemente pasó por un proceso bastante similar.

Llegada la tarde en cuestión Joyce acude a la cita (una fiesta donde también se encuentran Stravinsky y Picasso) tarde, borracho y desaliñado. Por fin se produce el encuentro de ambos escritores y la gente a su alrededor espera el duelo literario con gran expectación. Tras un primer comentario por parte de Proust en el que confiesa a Joyce que no ha leído ninguno de sus libros, Joyce responde que él tampoco ha leído nada del autor francés (lo cual era mentira, pero su orgullo le impedía quedar por debajo de él). A continuación Joyce se lamenta de los males que le aqueja su vista y Proust responde con sus males de estómago. Por último se sucede el intercambio más intersante que pudieron presenciar los asistentes donde Proust y Joyce hablan sobre gastronomía. Ni una coma sobre literatura, solo de trufas.

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