La Feria del Libro de Madrid es a veces un fantástico termómetro de la inculturade nuestro país. No, no es un error tipográfico. Muchas veces la fama del que figura como autor del libro (que a saber quién es en realidad la mano que mece la cuna) pesa más que la calidad del contenido que se esconde tras la portada. Este año, mientras la gente esperaba pacientemente bajo la calorina para conseguir el autógrafo de un famosete, cualquier persona podía estrechar la mano que escribe las mejores novelas de nuestro país sin tener que aguardar si quiera un segundo: la de Enrique Vila-Matas. Como esas oportunidades no hay que dejarlas escapar, allí me fui y compré la última novela que había escrito: Aire de Dylan.
Vila-Matas nace en Barcelona en 1948. Estudia Derecho y Periodismo aunque enseguida muestra un interés por al escritura. En Melilla, haciendo la mili, escribe su primera novela. En París, como inquilino de Marguerite Duras, escribe la segunda. Poco a poco realidad y ficción se van mezclando en la obra de Vila-Matas. Hace tiempo, y con motivo de un relato de Melville, hablábamos en un post de unosde sus libros que recuerdo me impactó tremendamente cuando lo leí hace años: Bartleby y compañía. Su original modo de escribir le ha llevado a ganar muchos premios, entre ellos el Premio Nacional de la Crítica 2002 por El mal de Montano o el nombramiento como Caballero de la Legión de Honor francesa. Colabora habitualmente con el diario El País con artículos que son verdaderas joyas.
El personaje central de esta novela es Vilnius, joven cineasta, que vive bajo la sombra agobiante de su padre: el gran novelista Juan Lancastre. Mientras su padre es un afamado escritor posmoderno y prolífico, su hijo se conforma con sobrevivir e intentar no hacer nada. Para eso se embarca en un proyecto que viene a epitomar su vida: el Archivo General del Fracaso. Sin embargo un hecho inesperado cambiará la relación que mantienen padre e hijo: la muerte repentina del progenitor.
Vila-Matas juega con una multitud de planos en esta novela. El primero es el plano de la realidad. El narrador es un escritor ya entrado en años que, tras una gran carrera literaria, está decidido a dejar de escribir para siempre, entrando no sólo en un silencio literario sino también en un mutismo real. Este narrador parece un alter ego del propio Vila-Matas, que quizás se desdoble también en Juan Lancastre y, quién sabe, también en el propio Vilnius. Para aumentar la sensación de realidad Vila-Matas introduce en el desarrollo del libro referencias a personas reales como Mario Gas o Sergio Pitol. El narrador entra en contacto con el joven en un congreso que versa sobre el Fracaso. Allí Vilnius hará una representación bajo el epígrafe Teatro de realidad, en el cual cuenta como su padre, de repente, se ha introducido en su mente y le habla.
Este es otro juego de la novela de Vila-Matas. No es sólo una novela. Vila-Matas acostumbra a mezclar en su prosa literatura y ensayo (de hecho uno aprende bastantes cosas en esta obra). Pero esta vez Vila-Matas coquetea también con el teatro. Lo hace desde el punto de vista formal, introduciendo diferentes “representaciones teatrales” a lo largo del todo el libro. Pero también la historia de la novela se mezcla con el mundo de la dramaturgia. El padre de Vilnius se introduce en su mente y le habla no como pensamiento sino como un fantasma. La referencia a Hamlet es evidente. Tanto que el propio Vilnius empieza a convencerse de que su padre no ha muerto de forma natural sino que ha sido asesinado.
Laura Verás (“irás y no volverás” dice su leyenda negra) es la madre de Vilnius, mujer del gran Lancastre y viuda negra de la barcelona intelectual y burguesa. Posee un carácter despiadado que no duda en dejarlo campar a sus anchas humillando y destruyendo a cualquiera que se encuentra frente a ella, incluyendo a su propio hijo. Vilnius decide visitarla para robar un libro que posee y, atónito, asiste a la terrible confesión de su madre: su padre había dejado unas memorias a medio escribir que ella decidió arrojar al fuego. Este episodio es capital en la historia. Según el propio Vila-Matas el punto de partida de la novela lo tomó de un cuento de Tabucchi en el cual la viuda de un escritor, tras celebrarse el sepelio del marido, arroja al fuego su último manuscrito con un “pobre hombre”.
Vila-Matas utiliza varios mimbres para formar este cesto: el guión de la película Tres Camaradas en el que colaboró el gran Scott Fitzgerald, un complejo de Edipo mal curado, una crítica satírica al mundo de la literatura posmoderna y sus aledaños, la figura (o figuras) de Bob Dylan reflejándose en el joven rostro de Vilnius… Pero sobre todos ellos hay un elemento que se erige en el primordial: el síndrome Oblomov. Oblomov (figura a la que Vila-Matas ya había recurrido en el pasado) es un personaje creado por Goncharov, autor ruso del siglo XIX, que se caracteriza por una tremenda indolencia y apatía. Se pasa el día en su cuarto leyendo y es de los que necesita descansar antes de cansarse. Pues bien, Vilnius pertenece a la cofradía de Oblomov.
Frente a él está la figura de su padre. Lancastre ha sido educado en la cultura del esfuerzo y del trabajo. Su obra titánica es testigo de dicha actitud. Esta diligencia en el trabajo le lleva también a su terrible necesidad de éxito. Para conseguirlo Lancastre ha ido mudando de piel a lo largo del tiempo, provocando el rechazo por parte de su hijo también en esa faceta. La necesidad de trabajar genera éxito que a la vez genera la necesidad de seguir trabajando para mantenerse en lo más alto. Una espiral peligrosa que acabará haciendo reflexionar al fantasma del Lancastre (y al propio narrador) de si nos se les habrá ido la mano y si no hubiera sido mucho más sensato haber acabado con la esclavitud de la escritura hace tiempo.
Si sois de los que os gusta enfrentaros a libros con fronteras difusas Vila-Matas debería ser vuestro escritor de cabecera y Aire de Dylan es un magnífico ejemplo de esta forma de escribir. Una historia algo compleja resuelta con maestría, manejando una multitud de elementos diferentes que acaban confluyendo de forma natural y con un lenguaje cuidado y tremendamente divertido. Además cuando uno lee libros de Vila-Matas siempre aprende interesantes recovecos de la historia (como las falsas memorias de Laurence Sterne) aunque siempre hay que tener presente una idea: un escritor es un mentiroso por naturaleza (o por necesidad) y Vila-Matas es un gran escritor. Ergo…